Consorcio de intereses para crear adicciones

Consorcio de intereses para crear adicciones

miércoles 26 de junio de 2024

Entre tantas otras advertencias similares, la filial argentina de Amnistía Internacional afirma que TikTok es un espacio tóxico, y llama a mayores regulaciones de los servicios de telefonía y plataformas de redes sociales. Sin embargo, con la desregulación de las telecomunicaciones decretada por el actual Gobierno nacional, las grandes compañías telefónicas que operan en Argentina tienen vía libre no solo para aumentar injustificadamente sus tarifas sino también para desarrollar sin frenos ni controles estrategias tendientes a captar las mentes de los usuarios.

“Que nadie se meta con las promociones que estamos haciendo, que nadie se meta con nuestra estrategia de mercado”, con este grito de guerra los operadores de esas empresas dejaron enseguida en claro el sentimiento de poder, de extra poder, que les da la desregulación establecida por el decreto 302/2024 dictado por el presidente Milei.

En cuanto a tarifas, los usuarios ya están sintiendo los brutales aumentos permitidos por esa medida presidencial; pero menos a la vista están los reacomodamientos empresariales de las telefónicas y de los grupos financieros que operan detrás de ellas y que principalmente se centran en asociaciones con propietarios y gestores de las llamadas redes sociales.

Esta gran estrategia la vienen desarrollando a nivel mundial, y un ejemplo es la conformación en España de una asociación que pretende inicialmente actuar en toda Europa, formada por empresas como Telefónica, Microsoft y otros gigantes. Sus creadores declaran que la intención fue crear un consorcio de economía que busca ser, dicen, “un proyecto tractor de impulso del uso de los datos y la inteligencia artificial (IA) en las empresas industriales”.

Pero tanto en Europa como en Estados Unidos y en varios países de otras zonas del planeta, las alarmas sobre los peligros de las adicciones que se crean con esas redes están llevando a que los gobiernos pretendan poner mayores regulaciones y controles a esas actividades. En Argentina, en cambio, la intención gubernamental es la inversa; nada de controles, que hagan lo que quieran. Y si se las deja, harán realmente lo que quieran, por supuesto; ya lo vemos en las tarifas y pronto quizá se lo vea en cuestiones relacionadas con la salud de la gente.

De todas maneras, nada por ahora garantiza que vayan a ser efectivas las por ahora tibias medidas que van adoptando los países donde más suenan las alarmas por el crecimiento de las adicciones a las redes y a los nuevos sistemas tecnológicos que están atrapando especialmente a los jóvenes, y a los niños.

Un drama este cuyo crecimiento estaría siendo aprovechado y facilitado por grandes empresas telefónicas que se asocian al fenómeno de las redes acusadas de ser adictivas; como TikTok, un red que se concentra en la intensificación de impactos rápidos en la mente de los usuarios, mediante contenidos efímeros cargados con efectos de sonidos, de luces, de imágenes de poco valor, pero fuertes en sus capacidades de taladrar las mentes; se trata centralmente de videos cortos que ofrecidos uno tras otro podría “ablandar los cerebros”.

Aparte de lo poco que hacen algunos gobiernos para tratar de enfrentar esas adicciones, comienza a afirmarse una tendencia de iniciativas privadas que buscan frenar el avance de la tragedia de estas adicciones. Por ejemplo, en una escuela secundaria de un suburbio del estado de Nueva York, en los Estados Unidos de América, se resolvió prohibir la tenencia de celulares y de cualquier otro dispositivo electrónico por parte de los alumnos durante los horarios de clases.

Sobre esta experiencia informó recientemente el diario Washington Pos, de aquel país, dando detalles de resultados alentadores, como el crecimiento de los encuentros personales entre los estudiantes y la mayor cantidad de tiempo que pasaron a dedicarles a charlas entre ellos (charlas de palabra, cara a cara, no vía mensajes). Experiencias como estas se van replicando en distintos ámbitos y en varios países. Que estas iniciativas se afirmen y lleguen a traducirse en una baja de las adicciones a los medios digitales es una incógnita y se necesitará tiempo y perseverancia para ver resultados concretos.

Pero en tanto las grandes empresas telefónicas y los gigantes financieros que manejan las industrias tecnológicas de vanguardia en materia de comunicaciones trabajan cada vez con más fuerzas (y con más desmedidas ambiciones) buscando que las adicciones a lo que ofrecen esas tecnologías se afirmen cada vez más y con mayor rapidez, a costa de que los cerebros de los jóvenes se vayan deteriorando, como lo están advirtiendo varios estudiosos del tema.

Recientemente, la filial argentina de Amnistía Internacional realizó un estudio cuyos resultados indican que “TikTok es un espacio tóxico y adictivo para niños y jóvenes” y puede influir en la salud mental de estos, generando incluso discursos agresivos y acciones violentas; y señala además Amnistía que la política de privacidad de los responsables de TikTok “es poco respetuosa de los datos personales” (y recordemos la declaración de intenciones del más arriba citado consorcio económico creado en España: “impulso del uso de los datos”, lo que se puede entender como una referencia a los de datos personales de los usuarios, obtenidos sin que estos lo sepan y usados para lo que estos tampoco podrán saber en qué consiste).

El informe de Amnistía Internacional afirma que desde las redes a las que se van haciendo adictos millones de usuarios, se hace una “recopilación masiva de datos personales sobre el comportamiento de cada uno”. Recopilación que, en principio, sirve para dirigirle a cada uno de esos usuarios radiografiados una publicidad comercial personalizada, pero que podría servir además para quién sabe qué. Y en tanto, crece la adicción.