Consorcio de intereses para crear adicciones

“Cerebro podrido”: un camino hacia la destrucción

martes 25 de junio de 2024

El diario estadounidense The New York Times publicó un estudio, con datos sumamente alarmantes, sobre el fenómeno denominado “cerebro descompuesto”, que probablemente sea uno de los peores aspectos de la adicción a internet y al consumo de la comunicación online.

La publicación cita a una especialista en cultura y tecnología, Taylor Lorenz, quien advierte que las víctimas de esta adicción a las pantallas y a las llamadas redes sociales suelen perder “la capacidad de funcionar en el mundo físico”. El estudio sobre este fenómeno que, según se asegura, destruye las mentes, está ahora centrado en los niños y adolescentes, por ser estos en general grandes consumidores de los medios digitales.

El pediatra Michael Rich, fundador del Laboratorio de Bienestar Digital de un hospital de Boston, ciudad de los Estados Unidos, define a este mal como “lo que ocurre cuando pasás mucho tiempo en internet, y has trasladado tu conciencia al espacio en línea en lugar de la vida real”. Lo que publica el Washington Post no es nuevo como tema de preocupación y desde hace mucho y cada vez más los jóvenes, o gran parte de ellos, vienen siendo objeto de advertencias acerca del peligro de la adicción a las comunicaciones online y a las redes sociales.

En esto probablemente haya mucho de buenas razones pero también hay allí ciertas evidencias de la incapacidad de los padres y de los adultos en general de mantener diálogos de buen nivel con los menores; y si entre ellos el diálogo no es bueno, las advertencias no pueden ser suficientes para corregir estas adicciones que pueden llevar al mal del cerebro descompuesto.

Y aquí se cae en el viejo error de creer que son los hijos los que deben ser corregidos, como se ve en la proclama que hace un instituto que esta “reclutando” a jóvenes afectados por ese mal y que, como cuenta la publicación del mencionado diario de Washington, aconseja “a los padres cuyos hijos sufren dependencia de las pantallas y adicción digital a considerar planes de tratamiento en uno de sus centros repartidos por todo el país”; sin que se hable de que muchas veces los “planes de tratamientos” suelen ser más necesarios para los mismos padres que para sus hijos que caen situaciones dramáticas solo por ser receptores de problemas recibidos desde sus entornos familiares, o incluso desde los ámbitos docentes a los que son obligados a concurrir.

La adicción a la vida online puede aparecerles a ellos como una alternativa a lo que, muchas veces justificadamente, no aceptan de los adultos. Y esto quizá se agrave por el hecho de que ahora para los jóvenes la contraparte para “dialogar” sobre temas trascendentes, o banales que sean, no son tanto sus padres, sus maestros ni en general sus mayores, sino la llamada “inteligencia artificial”, cuya influencia, que podrá ser positiva o negativa en relación al drama del cerebro descompuesto todavía no se pude imaginar totalmente y vaya a saber en qué termina.

Otro aspecto de mal del “cerebro podrido” se puede observar en el ámbito de la política y ahí, como un posible gran ejemplo de esta tragedia, aparece la figura gesticulante y gritona del actual presidente de la Argentina, a quien se lo nota como totalmente tomado por las maneras de actuar típicas de quienes se han pasado totalmente a una vida virtual y, como dicen los expertos que ya citamos, “han perdido la capacidad de funcionar en el mundo físico”.

No solo incapacidad de entender lo que pasa en la realidad, sino incapacidad para actuar dentro de la realidad. Y citando este ejemplo de falta de capacidad y de falta de interés para percibir la realidad y hacerse cargo de ella, también cabe volver a citar al médico Michael Rich, quien entre otras consideraciones señaló que los afectados por el mal del cerebro descompuesto “suelen considerar que esa afección es para ellos una medalla de honor”, tal es su alejamiento de la realidad. Y ajeno a todos estos temas, como ajeno a la realidad social, el extraño economista Milei anda por ahí, lejos del país, recibiendo medallas honorificas.