PIANCHO

Jue 27/06/2019 | Archivo

¿Qué tal mis amigos? ¿Cómo están todos Ustedes? Espero que muy bien se encuentren todos ahora mismo
Yo les cuento que estoy como nuevo en estos días aunque ahora que aparece el frío me tengo que cuidar porque a los veteranos que estamos prendidos con nuestra salú a la vida, de un hilo delgado, un resfrío fuerte nos lleva lejos, así que mejor cuidarnos los que pasamos más de 90, yo con mis 95 pirulos ando más que atento. Algo que es normal en nosotros los de la cuarta edad, estos días le encontré a uno de esos poquitos que vamos quedando y lo primero que me dijo: “vengo del dotor, me fui por una revisación general”. Lo que me hizo acordar que yo ando fuera de tiempo y ahí nomás pedí al Hospital un turno con los amigos para que me vean un poco, con eso basta. ¿O a ustedes no le pasa lo mismo?, que uno llega al dotor y ya le pasó todo: si le dolía la cabeza pasa, si dolían los huesos, por arte de magia se va. Pero lo peligroso es cuando existe atraso en ir al baño y de pronto uno con sólo pensar en algún problema no ve la hora de encontrar un baño libre, pero en fin, es que a nuestra edad ninguno quiere estar con nada, ni un “pique” de que quejarse. Bueno, pero mejor vamos avanzando que nadie quiere saber de enfermedad y problemas. Me dijo estos días la comadre Rosalía, que en la casa de la Lili, que es un amor de aquellos de lo bien que me atiende y me trata, este domingo que pasó en el barrio se iba a celebrar la fiesta de San Juan y ahí no cruzan las brasas, sino que queman un muñeco en un espectáculo casi atávico, y no tanto por supuesto, que me lleva allá lejos, pero bien lejos, a casi 90 años para atrás y hoy les voy a contar para ir dejando “constancia”, de cómo es el tiempo que se fue, pero está tan vivo y presente, que seguramente por eso mi vida misma se quedó detenida en el tiempo en el mes de junio. JUNIO: UN MES ESPECIAL Es especial el mes de junio en la vida misma del hombre, desde muy lejos en su historia, cuando el sol suele tener su máximo poder allá en el norte de los hemisferios se celebraba este mes y en especial el día denominado del solsticio. Pero con el tiempo también nació San Juan, el Bautista, en junio y también se produjo el martirio de Pedro y Pablo un 29 de junio en Roma por orden del emperador Nerón. El hombre encontró entonces un camino trascendente de su cuerpo físico hacia la divinidad, en cada conmemoración de tan sagrados eventos. De niño, hace muchísimos años tuve mi primer contacto con esta celebración de San Juan, en el interior profundo de Misiones. Temprano en la mañana nos enviaron a los más niños a una colonia, metida en el monte, a la cual se llegaba por una “picada” pues camino no había, a buscar el piñón de los pinos, los adultos a buscar madera seca y esa noche en una pira enorme altísima para mí pequeñez, se celebró a San Juan, se encendió el fuego con unas palabras bíblicas que pronunció uno de los presentes y nacieron en un instante miles de chispas del estallido de los piñones, cual fulgurantes cañitas voladoras en el cielo, con un fuego enorme, una “fogarata” como justificaría Arturo Jauretche, sumado a los saltos de decenas de personas sobre aquel fuego, sin quemarse fue una vivencia vital, profunda, que por momentos todos los hombres, mujeres y niños que volaban sobre el fuego sin que una sola chispa les quemara ni el dedo, se quedaron en mi mente como una lucha de seres angelicales contra demonios imaginarios. Es que los participantes ungidos por su fe en San Juan afirmaban ser inmunes al fuego, saliendo purificados de esa ritual, que se me metió en el alma y cada junio de esta mi larga vida fue un constante reverdecer de aquella mi primera experiencia con un acto de fe. Que por más que las miles de explicaciones físicas que me dijeron después, que ese fuego no quema, resultan falsas para mi espíritu y alma detenida durante años, hasta esta nueva celebración, pese a mis más de 95 pirulos de vida. Este domingo me llegué temprano a lo de la Lili, quien vive lejos ya a la salida de la ciudad, en el barrio Los Paraísos. Después de unos mates comenzó el movimiento general. La Lili tiene un comedor y los galleteros por más que el domingo, medio que hay un receso, ya comenzaban a dar vueltas y la Lili les dio una tarea: conseguir todos los trapos que puedan por el barrio. Allá por la media mañana una pila como de 2 metros de alto inundó el lugar, le dije entonces a la Lili que más que un muñeco de San Juan estaba para un gigante y se rió por mi comentario. Quedé a cargo del mate y la Lili con la gurisada comenzó a preparar el muñeco. Qué escena increíble la de los niños atando y poniendo trapos adentro de la camisa, el pantalón y al llegar a la cara el problema, todos querían una cara de enserio y ahí apareció una muchacha del barrio, que después me enteré que se llamaba Camila, quien con un arte extraordinario, con harina, agua y muchos coloretes, aquella bola de harina transformó en un rostro con una expresión increíble, la cual una vez finalizado, sólo le faltaba hablar, de tan fabulosa que resultó su obra, que opacó seguro a Miguel Ángel o el mismísimo Rafael. Puesta la cabeza sobre los hombros, se levantó del piso y resultó un muñeco de como dos metros de alto, que la gurisada fascinada miraban, con una expresión de asombro en sus rostros que por un instante me sentí de nuevo con mi niñez a cuesta y parte de la historia del hombre, pues acompañaba a la Lili en ese instante primordial de dar continuidad a este sentir que tenemos los misioneros en esta nuestra cultura popular, que es la conmemoración de San Juan, San Pedro y Pablo. Una gurisada enorme comenzó a juntarse allá en la caída del sol y cual un espectro en medio de la noche tipo las 18 y 45, comenzó el fuego, lentamente primero, comenzando a prenderse con más intensidad de a poco. En un punto fue una antorcha enorme, una bola de fuego que iluminaba los rostros de decenas de niños y grandes, pues en un momento no les exagero, más de un centenar de personas estábamos cercanos al muñeco, que se balanceaba de la rama de un árbol que por poco no se prende fuego. Allí tuve de nuevo mi regreso más profundo a aquella mi primera noche de San Juan, cuando la Lili con la “médica, la dotora” del barrio, una tal Irene, una tras la otra me repitieron: “hoy es San Juan, viejo, no te preocupes que es una noche misteriosa de Dios, que nada malo permite”. Las miré, y palabra mis amigos, que se me cayó una lágrima de la emoción, al sentirme de nuevo en el patio de la Escuela Provincial 30 de mi niñez, al ver también cómo les explicaban a los más pequeños que era San Juan, qué era el muñeco y sobre todo quiénes eran Pedro y Pablo. Pedro, el discípulo de Jesús que quiso que lo crucifiquen cabeza para abajo en la Colina Vaticana porque no era digno para morir crucificado como Jesús y Pablo, también discípulo, a quien le cortaron la cabeza los romanos en Ostia, cerca del río Tiber, en Italia, a los dos un 29 de junio del año 67, pero les cuento que la cabeza de Pablo al caer dio tres saltos en el piso y nacieron tres ojos de agua, que hasta hoy existen, son milagrosas las aguas, con poderes de sanar acreditados y más en la creencia popular, siempre viva, vital, pegada al hombre indisolublemente, sin que nadie ni nada lo pueda despegar. Mis amigos, hasta acá llegó mi columna de hoy, pues va publicidad. Pero no me puedo ir sin contarles que durante mi vida el mes de junio fue como un don de felicidad para mí. Nacieron algunos de mis hijos, propios y políticos, con los que Dios me bendijo, pero también me tocó la fe en Cristo. Los quiero a todos Ustedes, cuídense estos días que viene el frío y nosotros no estamos muy acostumbrados a él. Hagan el amor como nos enseña Jesús, sean solidarios con los más humildes y necesitados que suman millones por estos días. Gracias por tenerme hoy en sus manos, pues eso permite que podamos salir todos los días a la calle. Un fuerte abrazo a todos Ustedes, los quiero mucho, pero mucho. Hasta la semana que viene. Piancho de la Calle

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