GANADORES Y PERDEDORES EN ESTE DRAMA ARGENTINO

Dom 09/09/2018 | Archivo

En la crisis actual, todo sigue a la deriva. Pero la cosa no es igual para todos. Para la inmensa mayoría supone estar en la lona, pero el dinero no se evapora, sólo cambia de mano y va para otro lado. Esta historia tiene ganadores y perdedores. También el poder mundial se está desplazando, éste va, de Occidente a Oriente
Un símbolo sobre el futuro del macrismo lo dio un Fiscal de la Justicia Federal que pidió la indagatoria de Mauricio Macri y otros miembros de su equipo, por la firma del acuerdo con el FMI caracterizándolo como inconstitucional. Ese acuerdo no sólo hunde al país y su pueblo, sus efectos también lo sentirán -de otra manera- los principales responsables de su firma, sólo es cuestión de tiempo. Mientras tanto, los padecimientos son para la inmensa mayoría del pueblo argentino. Con el paso de los días la crisis toma mayor volumen y sigue creciendo la bronca del pueblo. El Gobierno, enceguecido por la pérdida de poder, todavía no ha llegado a comprender cabalmente que su juego está agotado. Su idea de atarse políticamente a las políticas que vienen de Washington imaginando que esa opción -acorde con su ideología- le garantizaba inversiones, ya se probó que estaba equivocada. Pero hay otra cuestión que aún no se ha manifestado y es que su política respecto de China que, con sus inversiones y otros acuerdos, es cuestionada por las autoridades norteamericanas. Esa factura la tendrán que pagar -a chinos o yankys- en algún momento. Pero ese tema, junto a la evolución de la situación internacional, nos mete -desde las dos puntas- en la actual confrontación entre Estados Unidos y China. No quedan dudas que estamos en medio de una profunda crisis y siempre suele decirse que en esos tiempos se gestan o incrementan algunas fortunas, pero también hay muchos que quedan en la lona como testigos de lo que pasó. De allí la importancia de saber quiénes ganan y quiénes pierden con esta crisis. GANADORES Y PERDEDORES En estos días se ha dado otra vuelta de rosca al modelo puesto en marcha en diciembre del 2015. Las principales medidas tomadas, con toda la provisoriedad que tienen estas consideraciones, indican que la tendencia general es beneficiar a los mismos que vienen ganando en estos años macristas. Los tradicionales ganadores del macrismo son: los principales bancos; el sector agropecuario; los grupos exportadores, en general; las empresas que operan los servicios públicos y -durante el 2017- las grandes empresas vinculadas a la construcción. Los perdedores tienen dos grandes sellos sobre sus espaldas: ellos son, el sector industrial (a excepción del vinculado al procesamiento de granos) y todos aquellos que producen prioritariamente para el mercadeo interno. Algo semejante pasa con el sector comercial. Merece algún breve comentario la situación de algunos de estos sectores. El sistema financiero fue el gran ganador desde el mismo momento que se tomaron las primeras medidas, allá por diciembre del 2015. Mientras se anunciaba el fin del “cepo cambiario” se establecía la libertad en el mercado de divisas y la entrada y salida de capitales especulativos quedó desregulada. En esa decisión está la clave que permitió que -los grandes bancos- jugaran con nuestra moneda. Así fue como pudieron fabricar distintas maniobras. Éstas son las que hicieron posible el juego que terminó envileciendo -aún más- nuestro peso y crearon las condiciones para que se lleven al exterior los frutos del trabajo argentino. Por ese tubo se fueron los miles de millones que le faltan al pueblo. También forman parte de esa política los negocios que rondan el “festival de préstamos” que sostuvieron al macrismo y hundieron al país. Los sectores exportadores, particularmente de granos, son los otros grandes beneficiarios. Obviamente la devaluación incrementa notoriamente sus ganancias. Eso es así más allá que le apliquen un impuesto del 12% a sus exportaciones, teniendo como tope lo $ 3 ó 4 -según el producto- por cada dólar exportado. Eso también beneficia -en menor medida- a algunas economías regionales, lastimadas por la caída del mercado interno, que es -para varias de ellas- su principal mercado. Las empresas operadoras de los servicios públicos han ganado fortunas en estos últimos tiempos, es de suponer que esa tendencia se continuará en los próximos meses. En cuanto a la construcción, el aporte estatal será reducido por el ajuste obligado por el FMI. Los efectos de los “cuadernos de la corrupción” limitarán el acceso de las empresas involucradas a créditos necesarios para las obras de los programas de Participación Público-Privado (PPP). Todo ello le augura un año poco propicio a ese sector. Con pocas excepciones, la industria viene golpeada. Pero la que es desarrollada por PyMEs y vinculada al consumo interno está agonizante. Una situación particular vive el sector automotriz. Sus exportaciones fueron beneficiadas por esta devaluación. Pero sus perspectivas se hunden cuando se tiene en cuenta que los autos armados aquí utilizan mayoritariamente insumos extranjeros, donde la devaluación juega en contra. Dicho esto queda una última referencia a los mayores perdedores de estas políticas y la devaluación en marcha. Unos, son los trabajadores y los sectores más humildes, cuyos ingresos se continuarán devaluando al compás del aumento de la inflación. Lo padecerán los asalariados con Convenio porque ninguno de sus gremios pudo firmar paritarias que establezcan incrementos que den cuenta de esta desbocada inflación que todos saben que superará largamente el 40%. Los trabajadores en negro, los que changuean y los que están excluidos ya viven en el desafío -a partir de ahora agravado- de la sobrevivencia diaria. Las contenciones de los planes sociales no alcanzan a tapar el tamaño de la presente vergüenza. Ismael Ramírez, el niño-adolescente de 13 años de la comunidad Quom, que fuera asesinado en Sáenz Peña (Chaco), es una muestra dolorosa de los tiempos que corren. EL PODER MUNDIAL SE DESPLAZA DE OCCIDENTE A ORIENTE Informaciones internacionales de estos días dan cuenta que, en el puerto de Dalian, se recordó el 69° aniversario de la creación de la marina china. Se lo hizo botando al primer portaaviones totalmente fabricado en China, mientras siguen construyendo lo que será el primer portaaviones chino movido por energía nuclear. De esta manera se puede visualizar cómo se prepara China para asegurarse su primacía en la disputa por la hegemonía mundial. Veamos algunos aspectos de cómo transcurrió esta historia desde los fines de la Segunda Guerra Mundial. En 1949 se hizo público el Tratado de Washington que dio nacimiento a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN o NATO), una alianza militar intergubernamental que, bajo el principio de una defensa mutua para el caso de un ataque exterior, estaba destinada a darle protección a Estados Unidos. Esa potencia se había constituido como cabeza de los países occidentales. Eran los “aliados occidentales” que habían resultado triunfadores en la Guerra. Norteamérica se había transformado en centro del poder del mundo capitalista, desplazando -en ese rol- al imperio británico. De la NATO forman parte, además de Estados Unidos, los países de la Unión Europea y Canadá. Mientras otros varios países, sin ser miembros plenos, están vinculados por acuerdos específicos. El 76% de los gastos mundiales destinados a armamentos son consumidos por los países de esa alianza militar. Recordemos que sólo Estados Unidos consume el 50% del total mundial del gasto militar. Desde otro costado del mundo, visto desde un planisferio o también por razones ideológicas, había otra realidad. La comunista Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas -URSS- (de la cual Rusia era el integrante hegemónico), era otro de los triunfadores y el país de los ganadores que padeció las mayores bajas en esa Guerra. Poco después de terminadas las acciones bélicas, entre estos dos bloques, se desató lo que se conoció como “Guerra Fría”, que tuvo al mundo en vilo ante los riesgos de una confrontación nuclear. En 1955 la URSS propuso y logró poner en pie el Pacto de Varsovia. Era la alianza militar de los países comunistas que se constituía como la contracara de la NATO. La política internacional y la suerte de la humanidad estaban -en esos años- determinados por la evolución de esos complejos enfrentamientos. La situación se definió a favor de los países occidentales y en 1991, fruto de la implosión de la URSS, desapareció el Pacto de Varsovia. Parecía que la hegemonía norteamericana y el capitalismo serían eternos, eso llevó a que -al año siguiente- Francis Fukuyama dejara inscripta esa idea bajo el nombre de “El fin de la historia…” Pero la historia parece no tener fin, es caprichosa, y recorre los caminos menos esperados. El capitalismo occidental vio cómo sucesivas crisis iban frenando su poderío y mermando su influencia; por el otro lado una vigorosa China comenzaba -adoptando la economía de mercado- a despuntar en el horizonte internacional. Todos querían buenas relaciones y establecer negocios fascinados por ese mercado que tenía más de mil millones de consumidores. Acaba de concluir una muestra de ello, son los más de 50 jefes de gobierno de países africanos que acaban de ser recibidos por el Presidente Chino, en un cónclave realizado en China y clausurado hace algunas horas. En 1996, a instancias de China y Rusia, nació el grupo conocido como los “Cinco de Shanghái”, de ese grupo inicial formaron parte: China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. Sus acuerdos originales estaban centrados en el fortalecimiento del comercio y una mejor utilización de las vastas fronteras que los vinculaban. A partir del 2001 se fue ampliando la nómina de sus integrantes, con la incorporación de Uzbekistán. Sus prácticas comunes incluyeron maniobras militares relacionadas con la defensa común. Esta asociación pasó a ser reconocida como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS u OSC) y en el 2016 se sumaron India y Pakistán. En este caso, son también varios los países que mantienen convenios específicos. Estas son las dos principales manifestaciones de poder que hoy activan en nuestro planeta. Algunos datos comparativos permiten tener una idea más clara del poderío de esta confrontación entre la occidental OTAN/NATO y países del oriente asociados en la OCS/OSC. En materia territorial los países integrantes de OTAN/NATO abarcan 23.475.45 Km2; los de la OCS/OSC 34.358.911 Km2. Desde el punto de vista de la población, la de los primeros es de 873.660.495 de personas; mientras que la población de los segundos es de 3.039.936.256. Por último, son de valor los datos sobre el Producto Bruto Interno de ambas alianzas. El de OTAN/NATO alcanza la suma de 40.219.141 de millones de dólares; en cambio la alianza OCS/OSC reúne la cifra de 36.091.650 de millones de dólares. Estos datos puestos en las manos de un estratega militar es lo que llevó a que el Almirante Philip S. Davidson, comandante de las fuerzas de Estados Unidos en la región India/Pacífico, dijera: “No hay garantías de que Estados Unidos vaya a ganar en un conflicto futuro con China”. Eso fue dicho ante el Senado de su país en una audiencia realizada en marzo de este año.

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