TIEMPO DE BRONCAS Y FURIA

Dom 17/12/2017 | Archivo

Nuevamente la bronca, con furia, en las calles. Se la veía venir y vino nomás… El detonante fue el debate sobre la forma de calcular la movilidad de los haberes jubilatorios, de los pensionados y de las Asignaciones universales por hijo (AUH). Otra vez una década perdida. China y EE.UU. chocan en Argentina. Venezuela: votos y corrupción
La semana pasada se había advertido que “al Gobierno le comenzaban a entrar las balas”. Esta semana eso se verificó de un modo dramático. El símbolo de esta situación lo encontramos con lo ocurrido en su intento de querer aprobar un nuevo régimen para los sucesivos ajustes del haber jubilatorio, de las pensiones y de la asignación universal por hijos. El Gobierno, más allá de las palabras oficiales, quiso meter su mano en el bolsillo de los más indefensos para equilibrar los números de la macroeconomía. Entre otras cuestiones quisieron cubrir el reclamo de la gobernadora María Eugenia Vidal por el tema del Fondo del Conurbano de la Provincia de Buenos Aires. Acordaron con los gobernadores para que no fueran las provincias las que pagaran esos platos rotos. Pero claro… alguien debería pagar esa factura. Este tema es una parte del grave problema del déficit fiscal que ronda entre 7 y 9% del PBI (sumados nación, provincias y municipios), que se debe agregar a un déficit comercial con cifras sin antecedentes. Mauricio Macri le dijo al periodista Marcelo Longobardi, quien lo entrevistara para la cadena norteamericana CNN en español, que efectivamente la situación podía explotar si no se ajustaba la economía y se bajaba el déficit fiscal. Recalcó que gastábamos mucho más de lo que recaudábamos y que él iba a actuar en consecuencia para terminar con esa situación. Pues bien, decidió actuar y lo está haciendo… mal. Hacerlo sobre los millones de argentinos, que son los más débiles, causó bronca. Gran parte del pueblo reaccionó, eso se sintió hasta en la moderada… demasiado moderada CGT, llegó hasta las entrañas de su gobierno y la mayor parte de la prensa, aún la más amiga. La mediática Elisa “Lilita” Carrió se opuso, después lo aceptó y finalmente lo dinamitó, en pleno Parlamento, pidiendo que se levantara una violenta sesión. Ella se desarrollaba en medio de violencia callejera ante una inédita y descomunal represión que hacía recordar otros tiempos dramáticos y parecidos. También allí se hizo oír la voz de Carrió pidiendo a Patricia Bullrich que aflojara la mano con la represión. Es que la ciudad, era una ciudad tomada. Parecían fuerzas salidas de una película futurista, con drones incluidos, de todos modos nada alcanzó para calmar la furia. Fue el temor a un desborde incontenible y el recuerdo del 19 de diciembre del 2001 lo que los hizo parar. Esta vez el pueblo no se calló. El Gobierno duda. El remedio del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), que estuvieron a punto de sacar, hubiera agravado las cosas. Ahora quieren distender con un bono compensatorio para cubrir el “empalme” -de marzo del 2018- entre el nuevo y viejo régimen de cálculo. De los 100 mil millones de pesos que están dejando de pagar a los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH, ahora resignarían unos 2 mil millones para compensar en marzo el desajuste entre el aumento que iban a percibir (un 12%) y el que realmente van a recibir (5%). La semana que viene va a ser crucial para esta y otras leyes que el Gobierno pretende hacer aprobar en este Período de Sesiones Extraordinarias. Mientras que el Senado podría aprobar una Ley que permitiría que las actuales jubilaciones más altas vayan a parar a un sistema privado de capitalización. Demasiado envalentonados por la victoria electoral pueden estar cavando su propia fosa. OTRA VEZ ¡UNA DÉCADA PERDIDA! Para este mundo occidental, preñado de ideas sólo medianamente ciertas, hay un tema que lo apasiona y le sirve para medir la evolución de la organización humana atrapada en el concepto de Estado. Se trata del índice de crecimiento. Para ese criterio, cuando un país (en realidad su producto bruto) crece, anda bien. Cuando no lo hace, algo pasa. Eso, con toda la relatividad que encierra, se toma como una medida universal. Está claro que quedan fuera de estas mediciones otras cuestiones, como por ejemplo la pérdida de bienes naturales: agua, tierra, bosques, minerales. Estos bienes son usados para consumo de una generación en desmedro de las que vienen después. Claro está que, aquellos que defienden el consumo ilimitado de estos bienes plantean que el avance de la ciencia y la técnica, encontrarán reemplazos para lo que se agota. Hay pruebas que eso no es así, pero bue… todo esto es harina de otro costal. Lo que aquí queremos señalar es que, según las mediciones utilizadas, el crecimiento de la década (2008/2017) fue del 0,1% anual. Ese período abarcó 8 años de kirchnerismo y 2 años de macrismo. De ese dato deriva el título de estas reflexiones. Recordemos que, en el quinquenio 2004/2008, nuestra economía había crecido a una tasa anual del 6,2%. Las razones son muchas y variadas, pero hay una que sobresale. ¿Qué pasó en el 2008? Ese fue el año que se desató la crisis financiera internacional y una caída en todo el sistema económico. En el medio está la evolución del precio de la soja que por el 2002 andaba por los 130 dólares la tonelada, llegando a superar los 600 dólares en el 2008 y hoy ronda los 350. Esos pocos datos explican lo central de la continuidad de nuestro modelo agroexportador y permiten verificar que nuestro crecimiento económico tiene que ver con lo que pasa en el mercado mundial y los precios de los productos primarios. Sobre este escenario de la “década perdida” se exhibe el Informe de la Universidad Católica (UCA) según el cual 1 de cada 3 argentinos sigue estando bajo la línea de pobreza. Pero lo peor es que, casi la mitad (48%) de los menores de 15 años son pobres. Ahí está el lamentable futuro que se está construyendo. CHINA Y ESTADOS UNIDOS: CHOCAN EN ARGENTINA Desde hace tiempo se sabe que China y Estados Unidos andan peleando por el liderazgo de la economía mundial. Esa disputa se agudizó con la llegada de Donald Trump al gobierno norteamericano. La pelea no es sólo por una cuestión de prestigio. Hay muchos otros temas en el medio. Uno de ellos tiene que ver con el aspecto comercial y quién -en ese terreno- defiende con mayor eficacia sus intereses. Esto se pone muy interesante porque ambos cambiaron sus políticas y ahora proponen exactamente lo contrario a lo que planteaban hace poco tiempo atrás. En efecto, los norteamericanos estaban a la cabeza de las políticas globalistas que defendían a capa y espada el libre comercio. Mientras tanto, los chinos cultivaban un proteccionismo feroz que les permitió dar ese paso gigantesco que los llevó a la cúspide la economía mundial. Ahora las cosas son al revés. Los chinos, con su economía consolidada, quieren libertad de comercio. Estados Unidos trata de salir de su estancamiento económico practicando el proteccionismo, a los argentinos nos consta que ello es así cuando nos cierran las puertas a nuestro biodiesel. Eso les permite defender la producción y el trabajo norteamericano. En función de lo dicho, China se identifica con los europeos y encabeza las políticas globalistas y choca con el proteccionismo que practican los norteamericanos. Esa contradicción aparece en los diferentes organismos y reuniones internacionales. Está en el FMI, en el Banco Mundial y se hizo patente en los últimos eventos de este tipo: Encuentro de Davos y las reuniones del G20. En estos días, ese debate se está dando en nuestro país y está transcurriendo en tres escenarios distintos. Uno fue la reunión Cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que se reunió en Buenos Aires con la presencia de 3.500 funcionarios internacionales y los ministros de Economía de 164 países. La OMC es, junto al FMI y al Banco Mundial, la tríada donde se elaboran las políticas de dominación para todo el mundo. En la reunión de Buenos Aires apenas lograron el mínimo de lo mínimo: que la OMC siguiera con vida. Se salvó del riesgo de romperse, pero no pudo evitar la falta de acuerdos. Para nosotros era sólo una “vidriera” para mostrarnos al mundo. Los acontecimientos del Congreso dejan dudas sobre los efectos de esa “vidriera”. Nuestro aporte al comercio mundial es ínfimo, sólo el 0,3%, hace 50 años era del 0,8%. El otro escenario estuvo en Bariloche. Allí unos 50 funcionarios del G20 procuraron fijar un temario para elaborar una agenda mundial para un futuro encuentro Cumbre del G20 donde confluirán el año próximo -en Buenos Aires- los Jefes de Estado o Gobierno de todos los países que lo integran. El tercer escenario fue el intento de firmar el acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. En el encuentro de Davos se había anunciado que se firmaría en el marco de la reunión de la OMC en Buenos Aires. Sobre este acuerdo se avanzó, pero no se pudieron cerrar la totalidad de los temas por lo cual hubo que dejarlo para otro momento, del 2018. Así pasaron estos tres eventos internacionales, con mucho ruido y pocas nueces. De inversiones, ni hablar. Los sucesos del Congreso y la represión desatada es probable que apoco ayuden a que se atropellen por llegar los inversionistas extranjeros. VENEZUELA: VOTOS Y CORRUPCIONES La convulsionada Venezuela vivió, el domingo pasado otra jornada electoral. Una más… Se trataba de elecciones municipales y el triunfo del chavismo fue rotundo. Ganó 308 alcaidías (municipios) de las 335 puestas en juego (más que nunca en la historia del chavismo), con 71% de los votos emitidos. El gobierno se mantiene contra viento y marea y sigue ganando elecciones. Ahora prepara acelerar las presidenciales, es posible que sean convocadas para febrero, para sorprender a una oposición grogui, por los golpes recibidos, por seguir el plan de sus mandantes del Norte. Esa oposición está envuelta en una crisis y fracaso sin precedentes, sin estrategia, o lo que es peor con múltiples estrategias. Algunos decidieron participar en las elecciones, otros no. También hubo quienes practicaron malabarismos, como dirigentes de determinados partidos, dijeron ¡No vamos a participar!, pero luego se presentaron como candidatos en otras fuerzas, en fin… Hasta aquí a descorchar y a festejo puro. Pero aquí se termina lo bueno y lindo. Sin ir a un análisis profundo resulta claro que el pueblo la pasa mal. Falta dinero o no hay cosas elementales. Ello tiene que ver con errores propios y el boicot del poder económico, de la mano de los estrategas norteamericanos. Para no meternos en esas honduras simplemente analicemos dos cuestiones de estos días. Elecciones y corrupción. Sobre las elecciones faltó agregar que -más allá de los reconocimientos oficiales, que hablan de 47,3% de asistencia- hay datos ciertos que indica que el nivel de abstención también fue récord. La participación real habrá estado entre un 25 y 30%. Ambas cifras con tremendamente claras. Esto explica muchas cosas. Ante una oposición desconcertada ganó la maquinaria del partido oficialista que lo hizo apelando al núcleo duro de los adictos al chavismo. Claro está que las expectativas originales que hablan de la felicidad de ese pueblo, están fuera del alcance de gran parte de aquellos que soñaron con esa perspectiva. El otro aspecto a señalar es la cuestión de la corrupción. Ese cáncer de algunos gobiernos populares se desarrolló e hizo metástasis en PDVSA, la gigantesca empresa venezolana de energía. Recordemos que ese país, hoy sumido en la miseria, albergaría las mayores reservas mundiales de petróleo. Rafael Ramírez, hombre fuerte de esa empresa, quien también fuera ministro de Energía y recientemente embajador en la ONU, aparece vinculado a esos hechos. Más de 60 exgerentes de esa empresa y varios familiares del propio Ramírez están presos. La estafa, que no sería la única que afecta al erario público venezolano, superaría los 4 mil millones de dólares. Habrá que ver cuál es la relación entre estas medidas y el hecho que una empresa china de petróleo (China Petroleum & Chemical Corp) a la que se vincula con el pago de coimas, haya presentado -Corte de Houston, Texas- una demanda contra PDVSA, por facturas impagas.

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